sábado, 29 de mayo de 2010

MIRA LO QUE NOS PUEDE PASAR A LOS ARGENTINOS SI SEGUIMOS MARTUBANDONOS




Venezuela: diez tesis sobre la nueva clase política



1. Toda revolución genera inevitablemente tres hechos: a) la destrucción parcial o completa de la clase política del antiguo régimen, b) la constitución de una nueva clase política y, c) el ataque de la contrarrevolución. Si el proceso sobrevive a los embates de la contrarrevolución, su principal peligro emana de la nueva clase política: sectores dominantes de esa nueva clase pueden desvirtuar el proyecto revolucionario original. De hecho, esta ha sido la norma, desde las Guerras de Independencia latinoamericana, vía la Revolución soviética bajo Stalin y hasta los procesos de descolonización de África después de la Segunda Guerra Mundial.

2. La Revolución Bolivariana no es algo “inédito” como sostiene todo un ejército de teólogos políticos, romanticistas y mal intencionados, sino que es parte orgánica del proceso de las revoluciones históricas burguesas y socialistas de la época moderna que se inició con la Revolución Inglesa de Oliver Cromwell. Su evolución comparte, por lo tanto, la problemática arriba mencionada.

3. En Venezuela, la pulverización de la vieja clase política y la constitución de una nueva clase política son más que evidentes. El colapso de los dos partidos políticos de la oligarquía, los socialdemócratas de Acción Democrática (AD) y los socialcristianos de COPEI, refleja el primer aspecto y como tal ha sido ampliamente comentado.

El segundo aspecto, sin embargo, la nueva clase política que conduce al Estado y a la Revolución bolivariana, no ha sido objeto de un debate público serio. Es como si no existiera como fenómeno político. La gente común en Venezuela que percibe la realidad mucho mejor que las clases medias, se ha dado cuenta del problema, pero lo conceptualiza como “burocracia”, es decir, no como una estructura de poder de clase, sino de ineficiencia del Estado.

4. La falta de discusión y análisis sobre la nueva clase política es perjudicial para la salud de la Revolución, las intenciones revolucionarias de su máximo conductor, Hugo Chávez y para los intereses del pueblo. La implementación de las medidas revolucionarias se da históricamente bajo los acicates de la contrarrevolución o de la radicalización de las fuerzas populares revolucionarias y la Revolución Bolivariana no ha sido la excepción a esta regla.

Con la ausencia de la antítesis de la Revolución ---la contrarrevolución escuálida--- el proceso bolivariano ha entrado en una fase de normalización de las relaciones sociales con todos los sectores de la sociedad, dejando como única fuente de su radicalización a las fuerzas populares. Estas, sin embargo, no están organizadas y tampoco tienen órganos autónomos de incidencia sobre el Estado. En tales condiciones, el peso de los sectores burgueses dentro de las filas del oficialismo se incrementa y la ocupación de posiciones del Estado y de los aparatos partidistas avanza.

5. La derrota de los Adecos y Copeyanos es casi terminal. Mientras esté Chávez, ellos tardarán mucho tiempo en volver a ser opciones de poder, si es que alguna vez lo logren. Esto se debe a un doble efecto. No tienen un Proyecto Histórico, porque Chávez ha copado la única vía de desarrollo posible en el Tercer Mundo, el keynesianismo. Solo les queda el neoliberalismo y ese no es atractivo para nadie.

El segundo efecto que tiene noqueado a los antiguos dueños políticos del país es que Venezuela vive su segunda bonanza petrolera en treinta años; pero, a diferencia de la primera, el precio del petróleo no volverá a caer por debajo de los 60 dólares. Y esto significa que Chávez tendrá suficiente dinero para financiar el Estado de bienestar para las mayorías excluidas por el tiempo que quiera, convirtiéndolas en una sólida base de apoyo social.

6. El principal peligro para el Bolivarianismo no radica, por lo tanto, en la oposición interna, sino en repetir la trayectoria de los dos partidos oligárquicos. El primer boom petrolero generó las condiciones que corrompieron y, finalmente, destruyeron el modelo de dominación del puntofijismo. El peligro existe que a mediano plazo el segundo boom petrolero produzca un efecto erosionador semejante sobre las fuerzas del oficialismo actual, llevándolas finalmente hacia un desenlace como el del Partido de la Revolución Institucionalizada (PRI) en México.

7. Las clases dominantes de la sociedad moderna están compuestas por cuatro segmentos principales de poder: a) la elite económica; b) la elite militar; c) la clase política y, d) la elite cultural. Esos estamentos se ven afectados de muy diferente manera en cada proceso revolucionario.

En Venezuela, el efecto transformador de la Revolución Bolivariana se ha hecho notar esencialmente en la clase política de la Cuarta República, que prácticamente desapareció en sus formas organizadas. La elite cultural, en cambio, sigue básicamente intacta, por ejemplo, la alta jerarquía católica y el claustro de las universidades, que en un 70 al 80 por ciento no está identificado con el proceso. De la misma manera, la elite económica no ha visto afectada sus relaciones de producción y en las Fuerzas Armadas falta alrededor de un lustro para que los altos oficiales adoctrinados en los esquemas del anticomunismo y antichavismo ---particularmente fuertes entre 1992 y 1999--- salgan de la institución. El currículum de la nueva doctrina militar y del bolivarianismo moderno apenas se empezará a enseñar a partir de enero del 2006.

De este escenario se deriva una pregunta obvia: ¿Qué evolución puede tener el sistema cuando tres de los cuatro segmentos de la clase dominante actúan bajo la inercia del pasado y la configuración del cuarto no muestra precisamente una hegemonía revolucionaria?

8. La razón de ser de cada segmento de una clase dominante es diferente. La de los militares consiste en garantizar las relaciones de producción y el orden público erigido sobre ellas, mediante la amenaza de la destrucción física, tanto hacia el exterior como hacia el interior. La razón de ser de la elite cultural consiste en el control de las cabezas de las mayorías, la de la elite económica en la acumulación de capital y la de la clase política en la operación del Estado y sus ramificaciones secundarias, como son los partidos políticos. A corto plazo, la clase política dirige el rumbo del Estado; a mediano y largo plazo es la elite económica.

9. La clase política se reproduce de dos modos. La primera fuente de extracción son los funcionarios nombrados o cooptados por los centros de poder del sistema, es decir, el poder ejecutivo, las altas esferas judiciales, las altas esferas parlamentarias y las cúpulas partidistas, entre otros. La segunda fuente son los funcionarios que ocupan cargos por elección, como diputados, gobernadores, alcaldes y concejales.

10. En Venezuela, la nueva clase política está compuesta esencialmente por cuadros militares, cuadros de la exizquierda y sectores “neochavistas” provenientes del viejo establishment. Esa nueva clase ejerce, junto con el Presidente Chávez, el poder político institucional del país.

Dentro de la nueva clase se observan dos agrupaciones dominantes, llamémoslas el “Segmento S” y el “Segmento T”. Si hubiera, por algún motivo, elecciones prontas sin el Presidente Chávez, el “Segmento S” pondría probablemente el nuevo gobierno. Este sería el fin del proyecto original del Bolivarianismo.




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UN PRONOSTICO SOBRE LA RUSIA STALINISTA QUE NO SE ESCUCHO

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¿LA PENULTIMA INVASION ?


ACERCA DE LA OBRA LA NUEVA CLASE, DEL AUTOR YUGOSLAVO MILOVAN DJILAS (1911-1995)
29-08-2007.
La nueva clase, se erige como uno de mejores trabajos acerca de la formación económico-social comunista. Cumple ya 50 años al servicio de la humanidad, obra maestra, de alto valor cívico. Es reconocida como una más entre los clásicos de la ideología marxista donde se define por vez primera, desde una posición científica, el origen y papel de LA NUEVA CLASE como gobernante y explotadora.
Djilas estudió Derecho en la Universidad de Belgrado, donde adoptó el marxismo. En 1940 fue miembro del Politburó del Partido Comunista yugoslavo, desempeñó numerosos cargos importantes en el gobierno de posguerra y fue un importante partidario de la ruptura de Yugoslavia con la URSS en 1948.

Hacia 1953 fue vicepresidente con Broz Tito. Sin embargo, la crítica de Djilas a las prácticas comunistas le llevó a perder todos sus cargos y a la expulsión del Partido en 1954. Fue encarcelado en 1956. Tras la publicación en Occidente de su obra La nueva clase (1957), su sentencia fue aumentada.

Escrita en cautividad y con premura, su estilo es sencillo y directo, puede reconocerse la austeridad del autor a la hora de hacer sus exposiciones y juicios. Desborda genialidad su capacidad de análisis, deducción y síntesis; elementos que permiten guiar al lector desde el origen filosófico del materialismo dialéctico, en la misma comprensión de Marx, quién consciente de la superación dialéctica de toda obra, expone una hipótesis, entre otras que pudiera haber.

Seguidamente descubre la figura de Lenin, más que como un científico, como la de un revolucionario por excelencia, capaz de aglutinar a sus seguidores en torno a un partido, y de realizar un proyecto transformador, pero que reclama para su filosofía y su ideología, la única compresión científica y objetiva del desarrollo de las sociedades humanas. Continúa con la figura de Stalin, a quien reconoce como el creador por primera vez en la historia, de la que Djilas define como La nueva clase y el propio Stalin El aparato (1936). Describe que Stalin no es un científico, como lo fue Marx, ni el revolucionario conocedor del marxismo a profundidad que fue Lenin, sino el ejecutor, sádico y tirano, seducido por el poder.

En la obra se explica como la revolución realizada para terminar con las clases, trajo consigo la autoridad más completa, como nunca en la historia, de una clase nueva, en la que el Partido es su núcleo y su base. Define esa nueva clase como la burocracia del partido comunista, la que usa, administra y controla oficialmente la propiedad nacionalizada y socializada. La propiedad no es sino el derecho al disfrute, la dirección y el control. Si se definen los beneficios de clase por ese derecho, los estados comunistas han visto el origen de una nueva forma de propiedad y de una nueva clase gobernante, arribista y explotadora, que no escatima recursos para ocultar esta nueva condición.

Establece con certeza las peculiaridades del régimen comunista, definiéndolo acertadamente como un régimen totalitario, el que transita por tres etapas:

La etapa revolucionaria o populista: su fin es establecer la sociedad ideal.

La segunda etapa ó etapa dogmática donde el fin sigue siendo la sociedad ideal a construir, que lo justifica todo, todo se centraliza, las organizaciones revolucionarias en un solo partido y una sola dirección, la ideología, la economía, absorbe los medios de comunicación y los de producción, controla la vida toda de la sociedad.

La tercera etapa donde el fin es la sobrevivencia a toda costa del régimen. Realiza pequeñas concesiones.

En la obra se describe hasta el detalle, cada elemento de la sociedad comunista. Todo soplo de razón y cordura es aplastado. El resultado es la miseria más descarnada física, moral y espiritual de la sociedad.

A nuestro juicio es tan brillante esta obra que nos atrevemos a considerar que después de ella, ser comunista es para una persona instruida, sinceramente progresista e interesada en el progreso de la sociedad humana, tan errado como después de la década de los cuarenta negar el descubrimiento de los antibióticos. O sea como ideología es una corriente desacreditada y anticuada.

Las cinco décadas posteriores corroboran en ese sentido, el carácter eminentemente científico y objetivo de la obra. El capitalismo desarrollado ganó ampliamente la carrera por el desarrollo científico-técnico al acreditarse más del 90 % de todo lo que se ha descubierto, patentado y editado en el mundo en los últimos 60 años, además de elevar considerablemente el nivel de vida de su población.

La obra de Djilas tuvo antecedentes en trabajos de Bakunin, Trotsky y otos. Cuanto contribuyó, no sabemos, pero después de ella no triunfo nunca más en Europa un régimen comunista. Por el contrario, todos sucumbieron.

Si hay algo que delata en la obra su no contemporaneidad es su reiterada referencia a la necesidad de la revolución industrial clásica, para alcanzar las metas de desarrollo económico y bienestar social. Cosa que se han resuelto a través de otos modelos basados en las transferencias tecnológicas y la revolución científico-técnica (Japón, España).

Pero Djilas era una persona de buena fe, progresista, tal vez por ello en los últimos párrafos de su obra nos regaló este pensamiento:

"Ciertamente, si los comunistas interpretasen al mundo en forma real, quizá saldrían perdiendo como tales, pero ganarían como seres humanos, como parte de la raza humana." Visualizaba tal vez a Gorbachov?

Si trazamos un paralelo entre esta obra y el desarrollo de la sociedad cubana desde los últimos 45 años, se podrá observar como en cada uno de los sectores de la vida de la sociedad Djilas acepta.

En la economía planteaba que a pesar de ser la más planificada, es la más despilfarradora, nunca alcanza a elevar significativamente el nivel de vida de la población puesto que constantemente aplaza los recursos para ello, para el logro de algún objetivo ideológico interno o los desplaza al extranjero a fin de obtener reconocimiento internacional.

Bajos salarios y sentimientos de no pertenencia, pérdida de identidad y atropellos legislativos y jurídicos. No se detiene en nacionalizar los medios fundamentales de producción, que le son imprescindibles para llevar adelante sus proyectos de industrialización y redistribución social, sino que con el fin de eliminar todas las clases poseedoras que le precedieron y esconder su economía artificial e ineficiente, no escatima en métodos ni arbitrariedades. Constantemente se ve inmersa en procesos de rectificación y autocrítica que no arreglan mucho, son solo ciclos de justificación.

Trata de controlar la propiedad personal (casas, carros, propiedades, derechos de viaje e información, libertad de oficio).

Para quien está lejos, le podemos, por ejemplo, recomendar vea las películas Antes que anochezca” y “Suite Habana.

Para quién está cerca, con un salario mensual de 15 dólares al mes (si es profesional) entonces solo tiene que recordar los estantes de su tienda de víveres, el 24 de diciembre, en vísperas de la Noche Buena, a la vista solo ruedas de cigarros, botellas de ron barato, huevos y algunos de paqueticos con diseños muy cubanos que dicen azúcar, arroz, chicharos, leche en polvo. Para algunos de ellos sería la película hispano-cubana Habana Blues la que marca la difícil pauta: a Europa, a afuera, cualquier parte donde no demore la esperanza.

sábado, 22 de mayo de 2010

Por ahora, el arco opositor debe buscar coincidencias, no candidatos



De Pino a Pinedo. La sociedad empieza a observar esto con simpatía: el amplio y colorido arco opositor, de la izquierda al centro democráticos, ha empezado a subrayar sus coincidencias. Comprende que son más fuertes los rasgos que lo unen que los matices que lo fragmentan. Sería un buen obsequio a la patria en esta bicentenaria celebración.

En efecto, semejante actitud pone en marcha un proceso con altas posibilidades de tomar las riendas de la Nación y conducirla hacia el despegue que reclama. La Argentina es como un corcel brioso al que le han atado las patas. Debe ser liberada su potencialidad mediante una dirigencia noble, práctica, sensata y visionaria. Entonces, el corcel iniciará un galope que lo llevará a las más altas cimas en poco tiempo.

En otro artículo subrayé un proverbio alemán: "¿Qué sentido tiene correr cuando estamos en la carretera equivocada?". La Argentina corre desde hace años por la carretera equivocada. De lo contrario, no se podría entender cómo un país provisto de tantos recursos naturales y humanos, y bendecido por la ubicación geográfica, se ha empequeñecido tanto en el concierto mundial. ¿Cómo puede gritar la Presidenta que el aumento de las villas miseria es una prueba de nuestro progreso?

La incipiente concertación política que anima al arco opositor puede ayudarnos a salir de la mala ruta y encaminarnos hacia la buena. Para ello, es preciso tener en cuenta tres aspectos cardinales. Uno, por quién ha votado la ciudadanía el 28 de junio. Dos, cómo se pueden ganar las elecciones de 2011. Tres, planificar una gobernabilidad brillante a partir de 2013.

El 28 de junio la mayoría no votó por determinados candidatos, sino contra la modalidad tanática que consume nuestro presente. Contra la inseguridad, contra la obstinada inflación, contra la confrontación estéril y contra una anomia en aumento, impúdicas maniobras que afectan la libertad de prensa, uso arbitrario de los fondos públicos, corrupción cada vez más desembozada, humillaciones al federalismo, aislamiento internacional, intromisión en la Justicia, extorsiones al sector productivo, y así en adelante. La mayoría votó contra todo eso. Que es mucho y muy grave. Pero no brindó un voto espectacular a ninguno de los candidatos opositores. Los más destacados recibieron un caudal respetable, pero insuficiente para desplegar las banderas de una alternativa exclusiva.

En consecuencia, la mayoría electoral esperó que las diversas denominaciones, abrazadas por numerosas coincidencias, tomaran en conjunto el control del Congreso e iniciaran un cambio. No ocurrió. Y se produjo un relativo desaliento. Pero la ciudadanía no suele tener en cuenta que las elecciones sólo se han hecho para renovar la mitad del Parlamento, y que fueron exageradamente anticipadas, porque el Ejecutivo temía ?con razón? que a fin de año iba a perder por un margen mayor aún. Dicho de forma clara, el "nuevo" Congreso sólo empezó a funcionar en marzo. Y sin ser renovado en su totalidad, porque entonces el oficialismo habría quedado reducido a una minoría más pequeña aún.

Intentó diluir su derrota con una metralla de iniciativas buenas, mediocres o robadas. El Poder Legislativo, para respetar las normas de la democracia, no puede actuar con la misma celeridad que el Ejecutivo. No obstante, al advertir el malestar de la opinión pública por su lentitud, está aumentando la creatividad, perseverancia y el deseo de construir un solo bloque, como quiere la mayoría de la nación. No es fácil, pero respondería al anhelo expresado en las urnas. Y la sociedad, como dije, lo vería con entusiasmo.

El arco opositor coincide en defender los valores sustanciales de la democracia, el federalismo, la seria inserción internacional, hacer previsibles y estables las normas económicas, estimular la inversión, combatir la corrupción, dar más fuerza e independencia a la Justicia, desalentar la demagogia, terminar con el capitalismo de amigos, combatir la anomia, gastar con responsabilidad y eficiencia. Por todo esto ha votado el país el 28 de junio pasado.

¿Cómo ganar las elecciones de 2011? Pues pactando las sólidas bases de un programa común, que será respetado por todos los partidos integrantes de esta concertación política. Cualquiera que sea la denominación que obtenga más cantidad de sufragios en 2011, el resto deberá comprometerse a brindarle su apoyo y sus nutrientes. También el pacto debe incluir todo lo que no se deberá hacer, sobre la base de los repudios actuales. Sería un compromiso de honor, suficientemente firme como para que se confíe en él.

No es el momento para hablar de candidaturas. De ninguna manera. Esa tendencia equivale a poner el carro delante del caballo, satisfacer narcisismos inconducentes, embarrar la cancha. Primero debe instalarse la concertación y el programa. Sólidos, excitantes y llenos de mística. Un limpio mapa del camino correcto. Después, sólo en mayo o junio del año próximo, se celebrarían las internas que determinarán la fórmula presidencial. No hará falta que esté constituida por figuras de mágico carisma, sino provista de la necesaria honestidad y vocación para asumir el momento vibrante que espera a la República. En Chile, la Concertación no apeló a figuras carismáticas en las primeras gestiones de la democracia recuperada. Ni Alwyn ni Frei irradiaban un halo mesiánico, sino la voluntad gris de servir a su nación. Recién el presidente Lagos tuvo más carisma. Y Bachelet padeció momentos bajos que remó con humilde perseverancia hasta irse con el amor de su pueblo. Ninguno pidió la reelección. Tampoco en Uruguay, otro de los vecinos que nos rodean y ojalá nos contagien con su ejemplo.

Además, la fortaleza de una concertación tan vasta y plural como la que ha empezado a fraguarse promete contar con el aporte de una inteligencia que en la Argentina de nuestros días es despreciada y mantenida al margen. Ahora prevalece una mediocridad maciza, que no deja ingresar el talento ni la racionalidad, sino el fanatismo y la obsecuencia. Pronto se generaría una borocotización al revés, o sea que muchos dirigentes atados al carro del actual poder se transvasarían a la fuerza que nace y no la frenaría ninguna piedra. Esta fuerza genuinamente democrática y progresista podría alzarse con el 70 por ciento de los votos, por lo menos.

Más importante aún es el tercer punto: la gobernabilidad a partir de 2013. Es probable que la actual gestión deje un país más devastado del que ahora conocemos. Con altísimo déficit, enorme inflación, cero inversiones, gran desconfianza internacional, más escándalos de corrupción y una monstruosa inseguridad, entre otros males.

Sigo pensando que una buena administración de sólo medio año conseguiría desatar las patas del brioso corcel. Pero para ello deberán adoptarse medidas seductoras y eficaces. Conciliar el esfuerzo con la perspectiva de resultados visibles. Comunicar en forma transparente y objetiva. Instalar a los mejores en los diversos timones de la administración pública. Reinstalar la eficiencia, el optimismo y la esperanza. Tomar como modelo a los países serios y exitosos. Recuperar los valores que cimentaron la grandeza nacional.

Vuelvo, entonces, a proponer que la alborada que nace con esta concertación política sea saludada como un maravilloso regalo al Bicentenario de la Patria. Un regalo que apuesta al futuro. Y producirá buenos frutos. © LA NACION

El último libro de Marcos Aguinis es Elogio del placer (Sudamericana).